viernes

Intentaban que sus vidas fueran lo más nómada posible. No sabían que iban a comer mañana, ni dónde dormirían esa noche, lo único que conocían era el número de lunares que formaban parte de cada uno de sus cuerpos. Eso les alimentaba lo suficiente. Cogían trenes sin sentido ni dirección, pensando que así los problemas se quedarían en las ciudades que dejaban, en las barras de los bares que habían visitado o enganchadas entre las sábanas de los hostales donde habían dormido. No se daban cuenta que los terremotos los provocaban ellos mismos, porque a veces lo rojo de los seres humanos hace mucho más daño que la bomba nuclear más grande del mundo.

No hay comentarios: